Ayer me llamaron, para captarme, de una compañía telefónica de la que NO soy cliente ni lo he sido nunca.
Mi reacción fue preguntar cómo tenían mi teléfono movil personal, porque fue un atraco a mi intimidad. O, al menos, así lo sentí yo.
El caso es que llega la operadora, muy educada ella, y me explica que yo he dado permiso a mi actual operador para que hagan de mí, o sea de mis datos, lo que quieran.
Y claro, pensé: va a ser que no, ni de coña he dado mi permiso. Pero, como soy una usuaria atontada que no lee la letra pequeña, me resigno y asumo mi parte de culpa, sin antes explicarle a la encantadora operadora mi disgusto y mi desacuerdo. A lo que me contesta diciéndome: "Si usted quiere ser un cliente Robinson, tiene que hacérselo saber a su operador y esto no volverá a suceder". ¡¡Tómate esa!!.El caso es que llega la operadora, muy educada ella, y me explica que yo he dado permiso a mi actual operador para que hagan de mí, o sea de mis datos, lo que quieran.
Conclusión: Sí, sí quiero ser un cliente Robinson. Sí, quiero estar en una isla desierta, incomunicada y bien lejos del rescate de operadores teléfonicos con aperente excedente de agua potable y ricos manjares, ya comeré cocos...
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